X A R B E T

Yo soy yo, y comparto circunstancias

EL FRUTO DE TU VIENTRE. (El Club de los Jueves)

La puerta del portal estaba entreabierta, y no me sorprendí. La luz no se encendía, y no quise oír el aviso. A veces hay que hacer caso a esos s pequeños detalles, a los avisos que nos envía el subconsciente. Tenía que haber hecho lo que pensaba, salir de nuevo a la calle en vez de seguir hasta el fondo de la entrada hacia la puerta del ascensor. Algo me decía que iba mal, pero fue más fuerte la inercia, las ganas de llegar a casa, de acabar por fin la jornada laboral.


Estaban agazapados junto al hueco de la escalera, y cuando me quise dar cuenta, un brazo de acero me sujetaba por detrás y una mano enguantada en cuero me tapaba la boca. Luché, mordí, pateé, pero eran tres, o quizá cuatro, nunca lo supe, solo recuerdo las cabezas rapadas con las crestas, los aros en las orejas, el olor a cuero. Y luego, las manos ávidas manoseando mi tribu4cuerpo, la ropa rasgada, el contacto no deseado y odiado, la penetración brutal, el aliento fétido. No recuerdo ni cuando deje de luchar, ni cuando empecé a llorar. Solo el recuerdo de quedar tirada allí en el suelo, dolorida de cuerpo y alma, con la vergüenza inmensa de lo que había pasado, y el estúpido temor de que alguien me viera en aquellas condiciones.

A duras penas entré en el ascensor y pulsé el botón del quinto. Me costó incluso llegar a la puerta del piso. Allí me quedé acurrucada sin poder abrir la puerta, no sabía ni donde estaba el bolso. Allí me encontró mi marido, sentada en el suelo, llorando y gimiendo.

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Pienso que el segundo gran error fue no llamar a la policía. Juan estaba anonadado, llorando conmigo, y yo sólo tenía ganas de estar sola, de intentar pensar que aquello no había pasado. Ni siguiera el agua de la ducha fue bálsamo para mi espíritu maltrecho, tenia hematomas y magulladuras, pero no solo en la piel, también en el alma.

No sé por qué se me ocurre escribir ahora esto, han pasado ya nueve meses, el ser que se mueve en mi vientre está a punto de querer ver la luz del sol, a veces tengo miedo de que salga de mi vientre con una cruz gamada tatuada en la frente.

Cuando pasó “aquello”, Juan y yo llevábamos ya nueve años de casados y no habíamos conseguido tener hijos, teníamos cita en unos días con un especialista. Aquello trastocó nuestros planes, yo no sé por qué, pero intuía que había quedado embarazada.

Durante semanas hablamos en silencio, el tema estaba presente sin mencionarlo, todas las posibilidades estaban abiertas, no era tiempo de buscar soluciones, quizá ni siquiera habría problema.

Pero cuando tuve la segunda falta, supe que mis premoniciones se habían cumplido, unas gotitas de orina lo confirmaron, un nuevo ser anidaba en mi seno.

De nuevo se plantearon todas las dudas, todas las posibilidades, el aborto era la opción más lógica, pero no era mi decisión.

Aquella noche cuando llegó Juan yo llevaba aquel vestido negro con un escote imposible, la mesa estaba puesta, las velas encendidas, la botella de vino oreando, el salmón y el caviar primorosamente preparados.

Llevábamos muchos meses sin hacer el amor, desde el suceso de la escalera, yo estaba esquiva y temerosa, pero aquella noche nos encontramos de nuevo, abiertos con toda la confianza, entregados, sumisos, exigentes, amantes, locos de amor y de besos.

Y allí, tumbados aun sobre la alfombra, borrachos todavía de vino y de pasión, le dije a Juan que mi hijo sería sietemesino, que no iba a abortar, que sería nuestro hijo, al que querríamos con locura, al que educaríamos en el respeto a los demás y a la libertad.

Noto ya las contracciones del parto, pronto saldremos hacia el hospital, pero antes tengo que terminar esta carta, quiero que algún día se sepa la verdad, aquella que duele pero que cicatriza heridas y pone todas las cosas en su sitio. Todavía tengo dudas, las tendré siempre, ¿será mi hijo como aquellos bestias que me violaron, o crecerá sano y noble?. Pero tengo confianza en este pequeño que se mueve en mi vientre, el será mi hijo.

Miguel no pudo sujetar por más tiempo el papel entre sus manos, se le escurrió de entre los dedos y se cayó al suelo, allí fue a parar también el, de rodillas y llorando. Había encontrado la carta buscando dinero entre los cajones de la mesita de noche de su madre.

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Hacía dos meses que se había ido de su casa a vivir con su pandilla del barrio, de vez en cuando cuando sabía que la casa estaba vacía, iba a comer lo que había en la nevera y a buscar algo de dinero. Siempre había unos billetes en el cajón superior de la mesita de noche, pero aquel día solo había una carta.

Se levantó y el espejo de la cómoda, le devolvió su imagen, de callejero, con sus pendientes, su chaqueta de cuero, su cresta, sus mil cremalleras oxidadas. Hubiera querido pegarse, odió su imagen y se odió a sí mismo, levantó su mano dirigiendo el índice a su sien simulando pegarse un tiro. Pensó en el sufrimiento de su madre y se odió todavía más.

Estuvo a punto de irse, sentía la llamada de la calle, de la cerveza, de las chicas, pero no fue capaz. Silenciosamente se quitó la cazadora, después las botas, quedaron allí en el suelo, junto con la cadena que llevaba al cuello, y los aretes.

En el baño había suficiente jabón y hojas de afeitar, tenía que intentar cambiar su aspecto antes de que llegase su madre. Tenía ganas de abrazarla, de pedirle perdón, de besarla.

Cuando al cabo de un rato, se miró de nuevo en el espejo, su aspecto había cambiado. Ya no lucia aquella agresiva cresta, los piercings en las cejas y la lengua ya no estaban, se había puesto una camisa, e incluso su mirada había perdido parte de su dureza.

Pero no fue capaz de ponerse los mocasines, de hecho, se los quitó enseguida, sin dar un paso siquiera, era un rechazo instintivo, pero brutal. Fue a recuperar sus botas claveteadas y se sintió de nuevo seguro, pisando fuerte, lo probó dando una patada a una silla, que fue a parar al fondo del salón.

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Y salió furioso de la casa, dudó entre el ascensor y las escaleras, pero todo era demasiado lento, tenía necesidad de llegar a la calle, la casa le oprimía.

Y el hueco de la escalera era demasiado atractivo, insondable, profundo, de una patada rompió la barandilla, miró como caían los barrotes de madera, luego los siguió a través del vacío.

Quedó allí tendido, muy cerca de lugar donde diez y seis años antes, un grupo de gamberros había violado a una mujer que volvía del trabajo.

7 gener 2009 - Posted by | Relatos | , ,

6 comentaris »

  1. I queden més finals, tantes alternatives…

    Perquè la inexplicada carta al mateix calaix dels diners, ens parla d’una inconscient (o pitjor encara, conscient) ànsia de venjança (per part de qui?), ens diu que la decissió de no avortar no havia estat ben bé fruit de l’amor, sinó de l’egoïsme d’haver aconseguit de rebot allò que llargament havien cercat.

    Ho sent per tots, però sobretot pel fill, mort o retornat a casa, que ha hagut de saber els seus origens d’aquesta forma tan bèstia.

    Salut

    Comentari per julio navarro | 8 gener 2009 | Respon

  2. Pues nada, de nuevo aqui… Me gusta mas este fin de la historia. Es más cruel, el otro queda más Bambi… Y aunque digan que siempre matas a los personajes, en este caso esta bien desarrollado compañero. Pues eso que me ha gustado.Un abrazo

    Comentari per unespanolmas | 8 gener 2009 | Respon

  3. De hecho este es el final, lo que yo había leído era tu relato inacabado. En la historia, por separado del relato, yo espero que ese no sea el final real, Xarbet… yo quiero seguir creyendo que as cosas tienen solución, y que bueno, todo tiene un proceso, y que se metió en el hueco de la escalera, para abofetear al mundo, pero que su madre, su padre, el espíritu santo, la razón o todos juntos, le hicieron salir y le ayudaron a vivir queriéndose… buuuf, no voy a leer el comentario, por que me he puesto ñoña y si lo leo no le doy a enviar… así es que si hay erratas, acepto el tirón de orejas… podrías escribir un final así? no quiero perder el idealismo. Tu relato describe algo que podría ser cierto, un trozo del mundo, quizás. El que hay que cambiar.

    Un abrazo Xarbet.

    Comentari per Zahira | 10 gener 2009 | Respon

  4. Hola Xarbet…
    Vuelvo a releer…
    Bexo.

    Comentari per Alejandra Díaz | 16 gener 2009 | Respon

  5. lo había leído ,.saludos ya estoy yambié por aquí pero de obras…por lo pronto el avatarno sale

    Comentari per colombine | 26 gener 2009 | Respon

  6. Estremecedor. Impresionante.

    Comentari per Louis Darval | 28 febrer 2009 | Respon


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